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CARTA DEL
CUERPO MINISTERIAL-PASTORAL
A LAS
CONGREGACIONES, MISIONES, A LA COMUNIDAD EN GENERAL,
VENEZOLANA Y EXTRANJERA QUE VIVE EN NUESTRO PAÍS
Somos creyentes y miembros de la Iglesia de Jesucristo para
construir la cultura de la vida y del amor, transitar el camino de la paz, la
fraternidad, el respeto y la ternura. Como cristianos nos alejamos de quienes
promueven la injusticia, el odio, el racismo, la manipulación, la segregación y
la muerte. Como concreción histórica de la Iglesia de Jesucristo somos una
Iglesia multicultural, pluriétnica y multilingüe en la que todas las culturas y
lenguas tienen igual aprecio y valor, por lo que promovemos la sana convivencia,
el respeto y la tolerancia entre las diferencias y en procura del bienestar
común.
En esta Pascua, queremos saludarles hermanas y hermanos con una
invocación al Dios que nos brindó el don sagrado de la Vida. El mismo Dios que
ha resucitado en la Pascua judía, sinónimo del reverdecer y el renacer de la
tierra, ocasión de nuevos comienzos y rectificación de realidades. Es propicia
la época también para reconocer que como ministras y ministros hemos de pedir
perdón. Pedimos perdón por el silencio que hemos guardado en este momento
histórico que vive nuestro país, cuando es necesario y propicio levantar nuestra
voz impelidos y animados por las palabras del evangelio que dicen: "el que
quiera amar la vida y ver días buenos refrene su lengua del mal, y haga el bien;
busque la paz y sígala" 1 Pedro 3:10-11.
Afirmamos con el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo que buscar
la paz y seguirla no es guardar silencio. Es como nos dice el Apóstol Pedro, no
apoyar el engaño, ni las mentiras, es hacer el bien buscando días buenos,
sembrando hoy el futuro que empieza hoy.
Entendemos que "ver días buenos" exige un espíritu de
conciliación y diálogo entre los distintos grupos, entidades, partidos e
iglesias que tenemos el privilegio de convivir en esta "Tierra de Gracia". Se
impone entonces, el tomar el camino de la paz y la concordia; se impone el
predominio de la verdad. Es fijar posición de manera inexorable contra el
engaño, el rumor, la desinformación y la mentira. Es menester evitar la mal
información, caminando "con la verdad por delante", como lo afirma el saber
popular.
En momentos de reajustes y cambios históricos, con los que
podemos estar o no en desacuerdo, es imprescindible la sindéresis y la
ecuanimidad del liderazgo auténtico, que nunca se pone al servicio de la
violencia y desmesura de los irresponsables que se ocultan y nunca dan la cara.
Somos llamados y tenemos el deber de respetar las leyes, las instituciones y la
Constitución Nacional.
Jesucristo nos dice en Mateo 5:9: "Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". La responsabilidad de
los líderes de la Comunidad Venezolana es trabajar por estos valores, razonar,
reflexionar y de manera obstinada insistir en el camino de la paz, negándonos a
ser manipulados para ser llevados por otra vía distinta a la construcción de la
Patria Grande, libre de personas excluidas, donde todos y todas tengamos voz y
vez.
Como ministras y ministros de la Iglesia Evangélica Luterana en
Venezuela, sabemos y asumimos nuestra obligación ética-cristiana de promover
relaciones de Justicia que constituyen la base para la convivencia en paz, así
como el respeto por las opiniones disímiles, la tolerancia, el diálogo y la sana
convivencia entre las diferencias, respetando siempre el principio de la
promoción de la dignidad humana. Como Iglesia que hace vida en este nuestro
país, llamamos a todas las personas a asumir la obligación que nos corresponde;
llamamos a abrir, de acuerdo a las posibilidades de cada congregación local,
espacios de convivencia, de diálogo, de discusión para el entendimiento.
Exhortamos a cuidar el vocabulario, el tono de voz, deponer la
arrogancia y el protagonismo, facilitar el desahogo sano de las preocupaciones,
tensiones e inconformidades; así como, rescatar y valorizar las experiencias
positivas de la realidad que nos rodea, animando a la evaluación objetiva de la
situación política y social que vivimos.
Es urgente e importante la apertura de puertas para la
reconciliación, prestarnos para el servicio de facilitadores, y reconocernos
como constructores que buscan el respeto a la dignidad, buscar la paz a través
de la acción y la oración, llevando a toda persona el mensaje profético que
Jesús nos encomendó. Ya que la Iglesia no existe para promover el mal, sino que
su misión es luchar de manera decidida y resuelta contra éste.
Dice el Señor: "...Sobre esta roca edificaré mi Iglesia y las
puertas del Hades (del Mal) no prevalecerán contra ella". Mateo 16:18
Pascua del 2004,
Caracas, Venezuela.
Por el Cuerpo
Ministerial- Pastoral
Revdo. José Kowalska
Revdo. Erdwin Delgado
Representantes
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